Entre otras muchas labores y méritos, gracias a ella he sabido apreciar el trabajo que puede llevar detrás una obra de arte. Ya sea un libro, un cuadro, o un vestido confeccionado a mano.
Ella, como hacía mi iaia; siempre se persigna antes de empezar a cortar el tejido con el que se dispondrá a trabajar. Tendríais que verla: cuando lo hace.
Ya tiene el patrón dibujado sobre un papel de seda marrón, la tela hilvanada y sobrehilada. A mis ojos, lo tiene todo más que controlado y no hay nada de qué temer. Sin embargo, a pesar de su pulso firme, ella se suele encomendar a todos los santos para que velen por esa nueva creación. Y es que mi madre; sabe que a lo largo de todas las jornadas que le llevará acabar con esa prenda, (haciendo que pierda la vista un poco más cada día), surgirán mil y un problemas por resolver: que si la cremallera invisible se ve, que si el escote parece desnivelado, que si esta entretela no se pega o los botones ahora parecen de otro tono…
Ahora yo, que he sido testigo de todo eso durante mi niñez y adolescencia, entiendo ese miedo que sentía mi madre al cortar la tela por primera vez.
A veces la vida, nos pone frente a esa tela larga extendida encima de una mesa sin más; esperando que le des forma, y construyas algo que sea digno de admirar.
¿Todo saldrá bien? ¿Es real el buen pronóstico? ¿Será realmente inesperado ese final que bombardea mi cabeza cada noche? ¿Entenderé la problemática de la situación cuando todo pase? ¿Perdonaré al de arriba cuando vea que finalmente todo salió bien?
32 años admirando una tela que no se manchaba, a la que no se le quedaran las muescas de algún descosido, de las que casi no se arrugan… que maravilla, ¿verdad?
Hoy, palpo el miedo… y ante él uno casi se persigna como hacia mi iaia y ahora mi madre; y se encomienda a los santos que hagan falta con tal de ver terminada la historia que nos disponemos a vivir sin ninguna ilusión. Y puede que, aunque todo esté atado en nuestro patrón mental y físico, surjan nuevas dudas sobre cómo va a terminar, o de cómo vamos seguir después de este capítulo que me está costado tanto de entender, asimilar, dar forma y escribir…
En estos momentos yo creo que solo hay una forma de continuar, de superar este miedo; y es no perdiendo la fe en lo que llevamos dibujado.
Seguir creyendo hasta el final, en esa idea que hizo que nuestra cabeza se iluminase un día como una bombilla de buenos pronósticos; que hará que nuestro pulso siga firme cuando la tijera pase por la tela, conservando esa hilera de esperanza.
Porque nadie hace los vestidos tan bonitos como tú; Mamá.
Y yo sin ti, no sé ni extender la tela…
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